Tom Cruise saluda este martes durante el estreno de 'Misión Imposible: la sentencia final', en México

Tom Cruise saluda este martes durante el estreno de 'Misión Imposible: la sentencia final', en México EFE

Cultura

‘Misión imposible: Sentencia final’ o el cine espectáculo

La octava entrega de la franquicia que lleva el sello de Tom Cruise desde 1996 llega con sabor a despedida

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Se ha convertido en una de las sagas más famosas, caras y rentables de la historia del cine. Se ha convertido, de hecho, en historia del cine. Y el obrador de este milagro sigue siendo el único e insustituible Tom Cruise. Y con él, casi treinta años después del estreno de la primera entrega, Misión imposible llega a su fin.

Brian De Palma dirigió la primera película en 1996 con notable éxito; John Woo, en 2000, la segunda, que para la mayoría sigue siendo la peor entrega de la saga; J. J. Abrams y Brad Bird dirigieron la tercera y la cuarta, respectivamente, en 2006 y 2011 y Christopher McQuarrie, las cuatro siguientes, en 2015, 2018, 2023 y 2025 que se han erigido ya como las salvaguardas del cine espectáculo, como el último bastión de una manera de entender el entretenimiento en sala que hace mucho dejó de interesar a las nuevas generaciones.

En Misión imposible: Sentencia final, Ethan Hunt y su equipo del FMI se enfrentarán a su, hasta ahora, misión más peligrosa que les pondrá frente a una inteligencia artificial conocida como La Entidad que amenaza el futuro de la humanidad. Acompañado de nuevo por viejas caras de la franquicia como Ving Rhames, Simon Pegg o la siempre venerada Rebecca Ferguson, a partir del momento en que la misión le es revelada, todo el exceso, la pirotecnia y la espectacularidad de las películas anteriores se dan cita en la traca final. Y lo hacen sin ruborizarse, siendo absolutamente conscientes de sí mismos, de lo que pueden ofrecer al respetable y de lo que este espera.

Todo es asombroso y trepidante, todo tiene sabor a nostalgia y despedida. Todo es inverosímil, pero verosímil al mismo tiempo. Imposible y posible al final. Y todo se lo debemos al eufórico e imparable Tom Cruise que, a sus 62 años, una vez más, se ha puesto al frente de un proyecto que, si bien no dirige, lleva su sello en cada plano. Con un presupuesto de 357 millones de dólares, una ovación en Cannes y la más que cuestionable idea de que esta es la última película de la saga, vemos asombrados cómo el saltimbanqui Cruise realiza toda clase de escenas de acción jugándose el pellejo y llevando la magia del cine a otro puñetero nivel.

Todo es loquísimo, pero, qué más da. Hay dos secuencias que te dejan petrificado en el asiento, como cuando vimos volar a E.T. por primera vez o a Darth Vader hacer uso de la Fuerza. De eso va cada una de las misiones imposibles que nos ha regalado a lo largo de ocho películas en treinta años. De hacer posible lo imposible, de meternos en un cine con un gran bol de palomitas soñando con que todo eso es real. Que sigue siendo real.

Solo por eso, Tom Cruise, el último rockero, se merece todos los premios y reconocimientos que la industria aún le debe. Solo por eso, hágase el favor de ver esta película en sala grande. No lo lamentará.