Los nueve niños asesinados tras caer un misil en su casa de Gaza no son un número más. Eran Yahia, Rakan, Revan, Sidra, Ruslan, Jubran, Eve, Sadeen y Lukman. Eran los hijos de Alaa Al Najat y Hamdi, una pareja de médicos gazatíes a quienes la barbarie y el deseo de exterminio de su pueblo promovido por el gobierno de Israel ha convertido en muertos vivientes.
La niña que esta noche ha perdido a toda su familia al bombardear Israel una escuela en la que dormían familias de desplazados, tampoco es un número, es Ward Jalal al Sheik Jalil y tenía toda una vida por delante. Ahora también ella es una muerta viviente.
Desde el 7 de octubre de 2023, 54.000 personas han sido asesinadas en Gaza y más de 120.000 han resultado heridas. La mitad de estas personas eran mujeres, niños y niñas. Cerca de un millón de mujeres han sido desplazadas de sus hogares y una gran parte de ellas han enviudado.
Padres y madres han perdido la esperanza y se sienten culpables por no poder alimentar o proporcionar los cuidados básicos a sus hijos y estos sufren tan tremendo trauma que viven con miedo constante
El impacto físico es cuantificable, pero el impacto psicológico que dejará el genocidio en los supervivientes perdurará no solo durante años, sino que lo hará durante generaciones enteras. En situaciones extremas como la que está viviendo la población de Gaza, la salud mental tiende a ser olvidada, pero padres y madres han perdido la esperanza y se sienten culpables por no poder alimentar o proporcionar los cuidados básicos a sus hijos y estos sufren tan tremendo trauma que viven con miedo constante, terrores nocturnos y pérdida del habla.
Los niños y niñas de Gaza son casi los únicos del mundo que saben perfectamente imitar el sonido de un misil. No tienen que imaginárselo porque lo escuchan a diario. Muchos, los menores de dos años, lo que no pueden decir es a qué sabe un yogur porque nunca han podido probarlo.
Mientras todo esto sucede, una comunidad internacional paralizada comienza a dar signos de querer frenar el genocidio, pero sin que se note mucho. Qué la potente Israel no se enfade, que su poderío económico no se vea trastocado, que los acuerdos comerciales no se resientan, que las bombas que caen sobre la población no dejen de ser en su mayoría europeas. Hablar sí, que parezca que hacemos algo, pero ejecutar es otra cosa.
Ni siquiera las universidades, al menos 20 en España, son capaces de romper los acuerdos con el estado genocida. Las universidades, cuna de sabiduría, fomento de la educación y la formación, el espíritu crítico y la defensa de los derechos humanos, sacan de la ecuación a un gobierno de ultraderecha que ha decidido terminar con todo un grupo humano mediante crímenes de guerra que ni siquiera las propias normas de la guerra admiten.
No es cuestión de posicionarse, sino de denunciar el enorme desequilibrio entre un grupo y otro
En realidad hay que cambiar el relato porque a lo que estamos asistiendo no es a una guerra, sino un ataque brutal de un país sobre una población que no se defiende porque ni siquiera tiene con qué hacerlo. No, no es cuestión de posicionarse, sino de denunciar el enorme desequilibrio entre un grupo y otro. El periodismo está para contar lo que pasa y lo que sucede en Gaza no puede considerarse una guerra, es decir, una lucha armada entre dos países. Una de las partes en este caso ni es un país ni tiene armas en el terreno con las que defenderse.
Mientras la población mundial, la ciudadanía, se siente, nos sentimos, impotentes ante el horror. Nos preguntamos qué podemos hacer para frenar la barbarie y no encontramos respuesta más allá de boicotear a las empresas y marcas israelíes. Es una gota en el océano, como los escasos camiones con ayuda humanitaria que han logrado entrar en la zona.
Dentro de unos años tendremos la misma sensación que durante todos estos años ha tenido Alemania respecto al pueblo judío, la sensación de culpa. En ese país han sido educados en la culpa por el nazismo y han sentido que nunca podrían criticar a Israel sin ser calificados como antisemitas. Es por eso por lo que les ha costado tanto empezar a asumir que lo de Gaza está siendo un genocidio.
No deben pagar los siguientes por lo que hicieron los anteriores
Sin embargo, aquellos alemanes no eran estos y aquellos judíos no son estos. No deben pagar los siguientes por lo que hicieron los anteriores. Y no se puede mirar hacia otro lado por una supuesta culpa que no existe. Pero no, no basta con decir Netanyahu te estás pasando si vas a seguir suministrándole armas para terminar con su obra, su genocidio.
Si ahora miramos para otro lado, si no actuamos y permitimos que el deseo del gobierno de Israel se cumpla y el pueblo palestino sea exterminado, nosotros también tendremos que asumir una culpa que, en este caso, sí nos corresponderá. No dejemos de hablar, es escribir, de reflexionar sobre lo que pasa en Palestina. No hagamos un minuto de silencio al día por los asesinados, hagamos un minuto de activismo.