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El director de Life Aquatic, Fantástico Sr. Fox, El Gran Hotel Budapest, Isla de perros y Asteroid City vuelve a la carga con una de sus películas más personales: La trama fenicia. Y eso que todo lo que hace el norteamericano es de lo más personal, original y especial que ha parido el cine en los últimos 30 años.

Presentada en el Festival de Cannes, donde ha sido nominada a la Palma de Oro, el último trabajo del tejano destila toda la locura y la particular mirada de su filmografía, algo más apagada en sus últimos trabajos, pero siempre única. Siempre especial.

Con un reparto de altura capitaneado por un inconmensurable Benicio del Toro, la película sigue a un grupo de personajes envueltos en un plan para desviar grandes sumas de dinero a través de operaciones financieras ilegales. ¿Les suena? Liderados por el maravilloso personaje Zsa-Zsa Korda, un magnate europeo, que se ve envuelto en una trama de espionaje junto a su hija, una iconoclasta monja a la que quiere dejar sus negocios, la película será un ir y venir de personajes fabulosos, a cuál más histriónico y sensacional, donde disfrutaremos de cada de sus locuras.

Junto a Del Toro están el siempre eficaz Michael Cera dando vida a un agente encubierto que investiga la trama criminal; Tom Hanks que se mete en la piel de un inquietante hombre poderoso con intereses económicos y políticos turbios; Scarlett Johansson que interpreta a un miembro de la familia con secretos ocultos y poderosos; los siempre magníficos Benedict Cumberbatch y Rupert Friend encarnando a personajes extremos y claves para desentrañar esta madeja fabulosa de subtramas y otros magníficos actores como Bryan Cranston, Jeffrey Wright, Hope Davis, Riz Ahmed y el maravilloso Bill Murray.

El resultado es, como siempre en el cine del director, un retablo de intérpretes y trabajos actorales de primer nivel donde la mayor parte de ellos, extremos y desmelenados, hacen interpretaciones histriónicas e irrepetibles. Tan de otro tiempo que son cada vez más geniales.

Muchos critican esa diferencia de Wes Anderson como el peor de sus defectos, como si cada película que hace, en su obsesión por ser diferente, se pareciera demasiado a las anteriores, a las que ya hemos visto y aplaudido. Pero, como diría el maestro de maestros, Alfred Hitchcock, “el autoplagio es estilo”, y lo que es irrefutable es que Anderson ha configurado une estilo personalísimo y propio que le convierten en uno de los directores más estimulantes de las últimas décadas, unas de esas raras avis que salen cada varias generaciones, la del autor blockbustero. El sueño de todo creador: Ser él —y siempre él— y forrarse.

No se preocupe si a medida que ve La trama fenicia se siente perdido. Los laberínticos rompecabezas que crea Anderson en sus películas son siempre loquísimos, son tan caóticos como el mundo que refleja y el mundo en que vivimos, donde nuestras respectivas locuras, de algún modo, tienen sentido.

Del mismo modo, Anderson teje un ovillo de personajes y situaciones que van in crescendo en surrealismo y fantasía para producirse el milagro y que todo tenga sentido al final.

Es necesario, por tanto, un salto de fe por parte del espectador. Y si usted no está dispuesto a darlo, si no va a entregarse a ciegas al cine de Anderson, esta no es su película.

Sin embargo, si está dispuesto a meterse en su madriguera de conejo, disfrutará como el niño que sigue habiendo en usted. Ese al que Anderson se dirige en cada una de sus películas. Y lo que nos queda.